“No me elegisteis vosotros á mí, mas yo os elegí á vosotros; y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca...” Juan 15:16
El fruto que continua es la Palabra de Dios, porque sólo la Palabra permanecerá para siempre. El fruto del Espíritu entonces es la Palabra de Dios evidente en la vida del creyente en su estado maduro con todos los atributos de Cristo. Gálatas 5:22-23 enumera estos atributos de Cristo que deben madurar dentro del corazón de cada creyente.
El primer atributo del fruto del Espíritu es el amor.
“De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” Mateo 22:40
Tomemos un momento y notemos que dos mandamientos están siendo referenciados en el versículo 40. En el versículo 36 del mismo capítulo, uno que tenía mucho conocimiento en la ley trató de tentar a Cristo, preguntando, “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande en la ley?”
La respuesta de Cristo incluyo todo. “Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente.”
Pero el discurso no terminó allí. Jesús continuó diciendo, “Y el segundo es semejante á éste: Amarás á tu prójimo como á ti mismo.”
Se nos instruye a amar a Dios con todo nuestro ser. Lo adoramos con nuestro todo; con nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestras acciones y con nuestras actitudes. Debemos darle todo el honor como nuestro Creador.
Para ir más lejos en nuestra definición del amor es entender que el amor no es completo solamente amando al creador. Estamos instruidos a amar también a Su creación y amar a ese ser creado, tal como nos amamos a nosotros mismos. Es aquí, en nuestra fragilidad humana, que muchos luchan con su valor propio. Cuando luchamos por amar, aceptar y creer en nosotros mismos, afecta nuestra capacidad de aceptar que el Creador nos ama como somos. Entonces fallamos en el cumplimiento de la escritura que es tener verdadero amor por los demás.
Hay pasos prácticos para asegúranos que estamos verdaderamente amando a Dios con todo nuestro ser. Practicamos una vida devocional diaria de alabanza y estudio bíblico para crecer en nuestro conocimiento de Él. Nos comprometemos a asistir a la iglesia para la comida espiritual y la comunión con los santos.
Practicamos el autoexamen de nuestras actitudes mentales y emocionales y no tenemos miedo de escudriñar aquellas áreas en nuestro ser de personalidad que requieren cambio para que nuestra voluntad propia esté más en línea con Su voluntad; aceptando Su verdad que Él nos amó primero. Nos perdonamos en nuestras debilidades y errores cuando aceptamos Su gracia para aprender de ellos y crecer. Maduramos en los patrones de nuestros pensamientos y nuestras habilidades de afrontamiento sabiendo que traer cambio en estas áreas nos ayudará a estar más inclinados a aceptar a otros con amor y gracia.
¿Es acaso asombraste, que la condición correcta de nuestra relación con Dios y nuestras relaciones con los demás dependan del primer atributo del Fruto del Espíritu; ¿amor?