La siguiente es una sección tomada del Discurso Anual del Supervisor General de la Iglesia de Dios que se presentó en la 111ª Asamblea Internacional.
Contendiendo Por La Unidad
La única manera que vamos a lograr y alcanzar la perfección es volver a la unidad sin divisiones. Puesto que la unidad ya se ha logrado en el cielo (la Santísima Trinidad), la Iglesia tiene que hacer todo lo posible para volver a este logro aquí en la tierra.
Ella debe estar aparejándose continuamente.
Recuerde, Él no va a presentársela (la Iglesia) para sí, hasta que vea un reflejo de la unidad que está en el cielo.
El grado de unidad que está acordado por Dios para Sus hijos es mucho mayor que muchos cristianos parecen estar dispuestos a aceptar. La mayoría de la cristiandad parece contentarse con divisiones confesionales. Al parecer, consideran que este tipo de división es algo que debe ser tolerado. Pero la Palabra de Dios no tiene en cuenta una tolerancia indefinida de divisiones entre los hermanos y hermanas en Cristo.
Por el contrario, la visión de Pablo de la unidad de los cristianos como se expresa a la Iglesia en Corinto era, “…que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros disensiones, antes seáis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1 Corintios 1:10).
Al darnos el registro de la oración de Cristo en la víspera de su traición, Juan citó las palabra de Jesús así: “Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste. Y yo, la gloria que me diste les he dado; para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean consumadamente una cosa; que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado, como también á mí me has amado” (Juan 17:21-23).
Para ver las condiciones, que ahora existen ha causado que la cristiandad en general adopte puntos de vista sobre la unidad cristiana que sólo sus mentes pueden entender cómo se hubiese podido alcanzar. Sin embargo, este tipo de unidad, que permiten sus conceptos, desprecia la Palabra de Dios.
Debemos saber que el propósito de Dios no puede ser alterado por las condiciones, sin importar que dominantes e inmutables estas condiciones puedan parecer ser. Él ha hecho y hará lo que sea necesario para llevar a cabo Su voluntad hacia Su perfección.
Enviando a Su Hijo a este mundo para ser sacrificado en una cruz por crucifixión no fue un acto trivial o inapreciable. La gravedad de tal acto debe hablar con nosotros de la seriedad con la que Dios se ha acercado a la reconciliación de todas las cosas hacia El mismo.
Pablo escribió, “Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, Y por él reconciliar todas las cosas á sí, pacificando por la sangre de su cruz, así lo que está en la tierra como lo que está en los cielos. A vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos de ánimo en malas obras, ahora empero os ha reconciliado En el cuerpo de su carne por medio de muerte, para haceros santos, y sin mancha, é irreprensibles delante de él” (Colosenses 1:19-22).
Dios tendrá la perfección en Su creación. Cualquier cosa menos sería para siempre falta de armonía con Su propia perfección infinita.
Cuando tenemos el entendimiento de Sus caminos para traer a cumplir la reconciliación de todas las cosas así, sólo podemos estar de pie en temor. La perfección que exigió no se podría llevar a cabo por nadie ni por nada de lo que era imperfecto. Esto dejó a Dios ningún otro remedio que entrar a Sí mismo en el mundo que necesitaba un cambio. Lo hizo a través de la encarnación milagrosa de Su Hijo. La Palabra de Dios, que Juan dijo "era Dios," se hizo carne (Juan 1:1).
No sabemos qué vacío puede haber sido formado en el cielo, o que necesidades pudiera haber sido creados por la rebelión de Lucifer allí. Cualquiera que sea el caso, sólo podemos saber que es a través de Jesús que todas las cosas serán reconciliados con Dios.
Como Pablo le escribió a los Colosenses, “…así lo que está en la tierra como lo que está en los cielos” (Colosenses 1:20). A los Efesios el escribió, “De reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra:” (Efesios 1:10). Estas Escrituras hablan de una reconciliación total y completa.
En tanto que la tierra es nuestra actual morada, probablemente haría bien en concentrarse en esa unidad que Dios creará aquí. Como se ha señalado anteriormente, la oración de Cristo era que sus creyentes sean uno, para que el mundo crea que él es el Mesías.
La unidad de la que había dicho, si su objetivo es convencer al mundo, debe ser una unidad visible. De lo contrario, ¿cómo podría causar que el mundo crea?
¿Cómo ocurrirá esta unidad? Permítanme compartir con ustedes cómo siento yo que esta unidad visible puede y va a ocurrir. Cuando nosotros individualmente, como miembros de la Iglesia podamos traer bajo sujeción nuestras convicciones personales y dar paso “á guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4:3) entonces y sólo entonces podremos ver a estos espíritus contenciosos dar paso a la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.
Las palabras del pasado Supervisor General Robert J. Pruitt en relación con este asunto, registros, y cito:
"La Biblia permite que nosotros como individuos tengamos niveles personales de la vida que no violen Sus sagrados normas y que no ignoran las decisiones del Iglesia o lo que ha sido aceptado específicamente por la Asamblea General.
Pablo estaba hablando de esta naturaleza personal de la fe cuando escribió, ‘¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena á sí mismo con lo que aprueba’ (Romanos 14:22). Nuestra fe personal, es decir, las acciones y las creencias que hemos alcanzado desde el aprendizaje y las experiencias del pasado, se convierten en una parte de nuestra conciencia, y para nosotros, pueden llegar a ser fuertes convicciones que deben ser observadas por todos. Pero ¿qué dice Pablo acerca de ello? Tenla para contigo. En otras palabras, adelante y hacerlo tú mismo, pero no lo impongas sobre todos los demás. Eso es lo que la Biblia dice que hagan.
Alguien dirá: ¿bueno que con mi conciencia? Bueno, echemos una visita nuestra conciencia. En los términos más simples, la conciencia es una habilidad innata para distinguir el bien del mal. Nuestra conciencia nos lleva a hacer lo que creemos que es correcto y nos advierte en contra de hacer lo que creemos que está mal. Cuando violamos nuestra conciencia, nos condena. Pero la conciencia no siempre tiene la razón de acuerdo a la Palabra de Dios. Es una facultad humana que juzga nuestras acciones a la luz de los estándares más altos que percibimos. Puede ser correcto o puede ser malo, a menos que esté correctamente encuadrado en el Espíritu de Cristo y energizado por el Espíritu Santo. Nuestro trasfondo, enseñanzas, experiencias y otros factores, ayudan a formular la conciencia.
Es posible destruir la fiabilidad de la conciencia a través del abuso constante, puede ser contaminada, y la conciencia contaminada puede ser anulada por lo que deja de hacer una distinción entre el bien y el mal.
La conciencia está influenciada por costumbres y tradiciones, así como por la verdad, por lo cual las normas no son necesariamente bíblicas (1 Corintios 8: 6-9). La conciencia puede estar innecesariamente condenada, donde no hay tema bíblico. Para operar correctamente y de acuerdo con la santidad de la verdad, la conciencia debe estar firmemente establecida en la Palabra de Dios. Una dieta regular de las Escrituras fortalecerá una conciencia débil o sujetara uno que frecuentemente esta activa. Es por eso que Pablo hizo énfasis en la importancia de una buena conciencia (1 Timoteo 3: 9), y advirtió contra cualquier cosa que pueda contaminar o alterar la conciencia (1 Corintios 8: 7; Tito 1:15).
Una vez dicho esto acerca de la conciencia, tenemos que prestar atención a las normas que abrazamos y lo que podemos intentar imponer a los demás. Pablo dijo que la fe personal es sólo eso-personal. Si Dios te ha llamado a un ayuno o hacer algún sacrificio a Él, eso no quiere decir que Él está requiriendo necesariamente que todos los demás hagan el mismo compromiso personal. Puede ser que Él está requiriendo eso de ti individualmente para tu propio perfeccionamiento personal, y tal no te da derecho a mirar a los demás con desprecio que no observen y hacen lo que Dios requiere para que tú puedas tener una comunión perfecta El.
Como un ejemplo, la Biblia no tiene un estándar universal concerniente la ropa y peinados, que se aplica a todos los pueblos de la tierra a menos que se aplique a la modestia y decencia. Estos ya son expresados en nuestros Consejos a los Miembros. Eso debería ser suficiente. Al enfocarse en ese punto es perpetuar un sujeto sin necesidad de división que ha plagado a la Iglesia durante décadas, sin embargo, ninguna solución aceptable se ha llegado a distinto del que ya se ha dicho. Si hubiera una respuesta universal de lo que ya tenemos, es casi seguro que el Espíritu Santo lo nos hubiera revelado. Puesto que Él aún no lo ha hecho, parecería prudente y edificante dejarlo solo.”
90ma Minutas de la Asamblea General, Sup. General Obispo Robert J. Pruitt Mensaje Anual, pag. 24, 25
Pablo escribió, “Porque ciertamente Dios estaba en Cristo…” (2 Corintios 5:19). Jesús oro, “Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa…” (Juan 17:21). Nuestra unión debe estar en él. Lo más cerca dos objetos se acercan, lo más cerca estarán el uno al otro. Cuanto más cerca todos los creyentes se acercan a Jesucristo, más cerca estarán el uno al otro.
Sólo él es el punto focal inalterable de la unidad cristiana. La historia ha demostrado que los cristianos no alcanzaran la unidad a través de simples discursos de doctrina o incluso convicciones personales. Nuestra unidad sólo se podrá alcanzar cuando encontremos un lugar en el que la verdad en Él vive en nosotros, hasta el punto en que estaremos totalmente reconciliados con Dios.
Una bella escritura que acredite la naturaleza inmutable de Cristo es familiar a todos: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8).
Siendo que la inmutabilidad puede ser atribuida solamente a Dios (en este caso, Dios en Cristo), entonces el cambio que será necesario para que nosotros seamos uno en Él está de nuestra parte. La Iglesia no es inmutable; tiene que estar cambiando continuamente de gloria en gloria.