Juan lo dijo mejor en Juan 1:1-5,
“1 EN el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.2 Este era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada de lo que es hecho, fué hecho. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 5 Y la luz en las tinieblas resplandece; mas las tinieblas no la comprendieron.”
Dios quiere que la Iglesia habite en la tierra espiritual prometida, con Su Palabra. La Palabra estaba en el principio. La Palabra es ahora. La Palabra siempre será. La Palabra fue establecida en el cielo. No tenemos derecho a cuestionar la Palabra. Es nuestra vida. Es nuestra luz. Si no tenemos cuidado, nos encontraremos, como los hijos de Israel, anhelando la esclavitud de Egipto. El diablo presenta la esclavitud como si fuera una vía de escape. Hoy en día, muchos se han vuelto insensibles a las creencias bíblicas básicas y se han convertido en víctimas de la oscuridad y no pueden comprender la luz. Si nos sentamos en una habitación oscura durante un tiempo suficiente, nuestros ojos se acostumbrarán a la oscuridad y, con el tiempo, podremos ver en esa habitación oscura. Aunque nuestros ojos se acostumbren a la habitación oscura, eso no cambia el hecho de que todavía estamos en la oscuridad.
Nosotros, la Iglesia, debemos seguir permitiendo que la convicción del Espíritu Santo nos lleve de nuevo a la verdad del asunto, la Biblia, porque es allí donde todo comienza y termina. Nosotros, la Iglesia, hemos escuchado durante años que nada ha cambiado; todo sigue igual. Hay algo de verdad en esta afirmación, si decidimos cerrar los ojos a los hechos. Cuando cerramos físicamente los ojos, hay oscuridad inmediata; pero cuando los abrimos, inmediatamente hay luz. Iglesia de Dios, debemos mantener los ojos abiertos; necesitamos la luz para mantenernos en el buen camino. Necesitamos ser capaces de reconocer el cambio, tanto para bien como para mal. Espiritualmente hablando, esto ya no debería ser un problema para la Iglesia, porque podemos volver a la Escritura que dice:
“Porque yo Jehová, no me mudo…” (Malaquías 3:6).
Nuestro Supervisor General anterior, el Obispo M. A. Tomlinson, se oponía firmemente a quienes se inclinaban al cambio. “Las normas y pautas que gobernaban a las generaciones pasadas han sido destruidas, dejando a nuestra sociedad desarraigada y confusa. Los elementos religiosos de nuestro tiempo, en lugar de proporcionar una influencia estabilizadora y tranquilizadora, han contribuido aún más a la confusión al rechazar muchos de los fundamentos mismos de la fe que durante tanto tiempo han dado sentido y dirección a nuestras vidas. Estos defensores de lo que llaman “una fe cambiante para afrontar el desafío de un mundo cambiante” sólo han logrado destruir la confianza en la infalibilidad de la Palabra de Dios. Sin embargo, la Biblia sigue ofreciendo a quienes creen en ella un ancla segura, un refugio seguro y una norma inmutable en medio de los patrones de vida moderna en constante cambio. El apóstol Pablo escribió una vez al joven Timoteo acerca de aquellos que buscaban cambiar la Palabra para adaptarla al mundo.
‘Que se han descaminado de la verdad...y trastornan la fe de algunos. Pero el fundamento de Dios está firme,’ (2 Timoteo 2:18, 19).
Es reconfortante y tranquilizador saber que las doctrinas inmutables de la Biblia son universalmente aplicables incluso en un mundo cambiante.”
Debemos permanecer siempre sobre el fundamento seguro de la Palabra, que es la tierra del Espíritu. Si quieres saber si estás habitando en la tierra prometida, comprueba si te estás adhiriendo completamente a la Palabra de Dios. ¡El Espíritu y la Palabra siempre están de acuerdo!
“7 Porque tres son los que dan testimonio en el cielo, el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo: y estos tres son uno. 8 Y tres son los que dan testimonio en la tierra, el Espíritu, y el agua, y la sangre: y estos tres concuerdan en uno. 9 Si recibimos el testimonio de los hombres, el testimonio de Dios es mayor; porque éste es el testimonio de Dios, que ha testificado de su Hijo. 10 El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo: el que no cree á Dios, le ha hecho mentiroso; porque no ha creído en el testimonio que Dios ha testificado de su Hijo. 11 Y este es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. 12 El que tiene al Hijo, tiene al vida: el que no tiene la Hijo de Dios, no tiene la vida. 13 Estas cosas he escrito á vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.” (1 Juan 5:7-13).
La libertad está en la tierra prometida. La vida está en la tierra prometida. El consuelo está en la Palabra prometida. Los cimientos del hombre siempre se derrumbarán. Ahora bien, no estoy en contra del cambio, el cambio es bueno siempre y cuando no comprometamos la Palabra. La Iglesia de Dios nunca debe olvidar que está construida sobre los principios fundamentales de la Santa Palabra de Dios. Si queremos alcanzar la perfección, es imperativo que nosotros, la Iglesia, habitemos en la tierra del Espíritu. Esta tierra se encuentra en los caminos antiguos.
“Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma…” (Jeremías 6:16).
Nosotros leemos en el Nuevo Testamento,
“3 Y en esto sabemos que nosotros le hemos conocido, si guardamos sus mandamientos. 4 El que dice, Yo le he conocido, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y no hay verdad en él; 5 Mas el que guarda su palabra, la caridad de Dios está verdaderamente perfecta en él: por esto sabemos que estamos en él. 6 El que dice que está en él, debe andar como él anduvo. 7 Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio: el mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio.” (1 Juan 2:3-7).
Hoy en día muchos se han alejado de la tierra del Espíritu. Han tomado otro camino y quizás ni siquiera se han dado cuenta. Iglesia de Dios, debemos mantener los ojos abiertos y perseverar hacia el premio de nuestro alto llamamiento. Si vemos que anhelamos los puerros, las cebollas y los ajos, debemos encontrarnos en un altar de oración pidiendo a Dios un renovado amor por la santidad y la justicia que se encuentran en Su Palabra. Los puerros (deseos de la carne), las cebollas (deseos de los ojos) y los ajos (soberbia de la vida) no tienen lugar en la dieta de un hijo de Dios. Nuestra dieta debe ser de maná, ¡aquello que nos sustenta espiritualmente! Regresemos a la Palabra.
Ahora no es el momento de rendirse. Continúe haciendo lo que sabe que es correcto. Lea la Biblia. Ore todos los días. Ayune. Haga el bien. Examínese para asegurarse de que este en la fe. Luego, ore un poco más. No pienses que estoy siendo duro contigo, querido hijo de Dios. Los hijos de Israel tampoco tuvieron tiempo para descansar una vez que entraron en la tierra prometida. No, ellos continuaron peleando la buena batalla de la fe y con cada batalla venía una nueva victoria hasta que perdieron de vista el compromiso con el Señor. No pierdas de vista tu meta. Ahora es el tiempo de morar en la Palabra, la tierra del Espíritu. ¡Mantenga la fe!